Juanito y el Lobo: Crónica de una epifanía

por Jun 2, 2013Escritos

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Antes de emprender el viaje a Ecuador y consciente de mi inminente visita a galápagos y su increíble fauna, me propuse comprar un estanco para mi teléfono de modo de poder sacar fotos debajo del agua una vez buceando allí.

Así fue que me decidí por un Life Proof Case que llego a mi hogar desde China unos días antes del viaje. Como soy bastante escéptico, antes de meter mi teléfono dentro, lo llene con servilletas de papel, lo cerré y lo sumergí en agua durante horas. Funcionaba :o). Según las especificaciones, el estanco no debía filtrar agua mientras no se lo sometiera a mas de dos metros de profundidad.

Unas semanas después me encontraba ya en las Islas galápagos, extasiado por la belleza de su flora y fauna y ansioso por bucear sus aguas cristalinas. El día llegó y, tras anclar la lancha, me calce las patas de rana y salté a la mar.

Estaba yo buceando, sacando fotos a los peces de colores con el cel en su flamante funda subacuática cuando de repente… [el as del misterio] …una mancha negra se me apareció a unos 8 centímetros de la cara. Cuando hice foco resulto ser un lobo marino casi tocando mi nariz con la suya. Se quedó mirándome unos instantes y arrancó como en una zambullida hacia la derecha. Lo seguí como por instinto. Empezamos a imitarnos el uno al otro, nos seguimos durante unos minutos de esos que parecen horas.

Cuando iba demasiado rápido paraba y miraba para atrás a ver si seguía ahí y cuando yo iba adelante me seguía a 2 cm o se me ponía al lado. Difícil explicar el nivel de conexión con ese bicho. Me miraba a los ojos y salía a respirar a mi ritmo, como diciendo “mira que vos no aguantas eh, no te vas a olvidar” Un flash total

 

En un momento el lobo se mandó a una parte más profunda. Toda la magia se interrumpió por un segundo, quizás menos, había que tomar una decisión: cortar ese “momentum” e ir a la lancha a dejar el teléfono para prevenir que se ahogue, corriendo el riesgo de que al volver el lobo se hubiera ido; o seguir adelante, disfrutar lo que fuera que ese bicho hermoso tuviera para mi y ya. Hice lo segundo y fueron los 15 minutos más felices de los últimos años.

Horas después, días después y semanas después de repasar lo acontecido, y mas allá de lamentar en alguna que otra ocasión las fotos perdidas y las fotos que no fueron por no tener cámara durante el resto del viaje, pasaron 2 cosas:

Por un lado tuve la oportunidad de revalidar empíricamente mi preferencia de la experiencia por sobre los objetos y, por el otro, comenzar a delinear una serie de compromisos en pos de mejorar tanto mi vida como la del lobo aquel:

  • Desprenderme de cosas
  • Viajar mas
  • Vivir de manera mas ecológicamente responsable

Signo entonces aquel 2 de mayo, como el día de mi resurrección en un Juan mejorado (?).

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